La historia detrás de Color Lab
- Montserrat Cordova

- 18 ago
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 23 nov
Color Lab nació como un experimento entre amigas, un juego de colores que se transformó en un lenguaje emocional. Lo que comenzó como una idea en una videollamada se volvió una herramienta para conversar, sentir y crear juntos. Este blog recoge esa historia.
El inicio: entre pandemia, pantallas y colores.
El 2021 nos sorprendió con casas que se volvieron oficinas y con pantallas que eran ventanas. La pandemia había reducido las calles, las conversaciones, las fiestas, a videollamadas eternas donde buscábamos no perder la conexión con amigos y familia. Las redes sociales se convirtieron en una plaza abierta 24/7 y, en medio de ese ruido digital, encontré un silencio que me atrapó: el color.
El color me fascinaba por su misterio. Cada persona lo vivía distinto, cada tono era un mensaje único. Me gustaba perderme en texturas que se fundían, observar cómo la luz y el pigmento se deshacían en nuevos efectos. Al mismo tiempo, empecé a preguntarme: ¿de qué color son las emociones? Lanzaba encuestas en Instagram, mapeaba las respuestas y las compartía. Era mi manera de volver visible lo invisible: las emociones.

En ese laboratorio improvisado descubrí mi obsesión: dar forma tangible a lo intangible, traducir las experiencias emocionales en un lenguaje visual que nos facilitara su comprensión.
Fue en ese contexto que apareció Sofía. Primero como seguidora curiosa de mis experimentos, luego como cómplice. Comentaba, compartía, lanzaba preguntas. Hasta que un día, la virtualidad nos juntó en una videollamada.Y lo que nació ahí no fue solo una amistad, sino un proyecto compartido. Entre risas, reflexiones y un “¡Eureka!” inesperado, imaginamos un mazo de cartas que pudiera usar el color para comprender nuestras emociones. Mientras jugábamos con teorías del color y con prismas que descomponían la luz, nos volvimos exploradoras del color. Así nació el inicio de lo que después sería el Color Lab Deck: un conjunto de cartas para explorar lo invisible de la comlejidad de los sentimientos y emociones través del color.

De la idea al primer prototipo
Con la idea clara en mente, imaginamos dos piezas esenciales:
Cartas de color: capaces de evocar y describir sensaciones.
Acetatos transparentes: que se superpondrían como filtros para nombrar lo que sentimos.
Las primeras cartas nacieron de mis texturas caseras: manchas de color, degradados, juegos de luz, recortes de revistas, etc. Les añadimos, a mano, adjetivos que intentaban atrapar la energía que transmitían.
Con ese prototipo artesanal empezamos a probar con nuestros círculos cercanos. Les pedíamos pensar en lo que sentían, elegir una carta, mirarla y describir su emoción. Y lo que descubrimos fue mágico: nuestra hipótesis funcionaba. El color abría conversaciones profundas, daba palabras donde antes había confusión, acercaba lo invisible a lo tangible.

El salto al diseño
Las validaciones nos dieron confianza: el juego de color y emoción tenía sentido. Así que pasamos de las cartas caseras a un prototipo más fiel, diseñado en computadora y con el buen ojo de Sofía.
Creamos degradados con mayor riqueza cromática, cuidamos que todas las cartas compartieran un estilo visual homogéneo y añadimos un concepto alusivo en cada reverso: metáforas de luz y energía como “una ola de…”, “un aura de…”, “una luz de…”. Acompañamos esas imágenes con adjetivos que buscaban facilitar la verbalización de las emociones a través de metáforas coloridas.
El resultado fue un mazo más refinado, más cercano a lo que soñábamos. Y, como antes, lo llevamos a las manos de otros para validarlo. Pronto descubrimos que este prototipo no solo mantenía la magia de los primeros experimentos, sino que la potenciaba.



La primera impresión
Finalmente llegó el momento de dar el salto: llevar las cartas a la imprenta. Decidimos empezar con un batch pequeño, apenas 100 piezas, con la intención de venderlas y aprender en el camino, sin tener del todo claro hacia dónde nos llevaría este experimento convertido en proyecto.
Lo que parecía sencillo nos tomó cerca de un año y medio de ajustes, pruebas y aprendizajes. Hasta que, por fin, el Color Lab Deck estuvo listo. Lo lanzamos con un evento abierto, una celebración donde invitamos a cualquier persona interesada en acercarse, escuchar, experimentar. Esa noche compartimos no solo un mazo de cartas, sino también nuestra historia: la obsesión inicial, los experimentos caseros, las validaciones, el diseño y los sueños que nos habían traído hasta ahí.
Ese fue el verdadero inicio: cuando el Color Lab Deck dejó de ser solo nuestro y comenzó a vivir en las manos y emociones de otros.



Un lenguaje en expansión
Desde ese lanzamiento, la exploración no se detuvo; simplemente cambió de dirección. La pregunta ya no era cómo crear la herramienta, sino cómo liberar todo su potencial.
Los primeros talleres con empresas nos mostraron su poder en contextos laborales: generar conversaciones más honestas, identificar emociones compartidas, abrir la posibilidad de acuerdos desde lo humano. Sofía, como directora de su estudio de branding, lo incorporó en su práctica como diseñadora, usándolo para comprender mejor a sus clientes y extraer de ellos información profunda, más allá de lo que las palabras alcanzan. Yo, como profesora en la universidad, lo llevé al aula: primero en diálogos uno a uno para conocer a mis alumnos de cerca, después en dinámicas grupales donde el color se volvió un recurso para que compartieran emociones y necesidades, y así construir vínculos y acuerdos de equipo que acompañaran su proceso de aprendizaje desde lo emocional.


El Color Lab Deck dejó de ser solo un mazo de cartas y se convirtió en una herramienta que crece con cada uso. Porque el color y las emociones, como la vida misma, nunca se agotan: siempre ofrecen nuevas formas de ser mirados, nombrados y compartidos.
Con el tiempo, descubrimos que el Color Lab Deck no tenía un único destino. Psicólogos, profesores, mercadólogos, artistas y exploradores del autoconocimiento nos han compartido cómo lo integran en su práctica, cada quien encontrando un modo distinto de darle vida.
Por eso hoy que lanzamos nuestra segunda edición, queremos invitarte a ti también: súbete a esta ola del color, experimenta con nosotras y descubre lo que la herramienta puede abrir en tu propio camino. El Color Lab Deck es un proyecto en movimiento, un lenguaje en expansión, y la invitación está abierta para que formes parte de esta exploración desde el diseño, la psicología, el arte y la ciencia o como más te gusta ti.



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